Cuando la piel se expone de manera intensa y permanente a la luz del sol, tiende a envejecer prematuramente. Estos efectos está acentuados en personas con piel clara, zonas descubiertas de la piel (cara, nuca, manos y antebrazos), personas expuestas a constantemente a una acción más intensa de la luz solar.
La radiación UV que actúa por periodos prolongados sobre la piel provoca alteraciones degenerativas crónicas. Cuando la piel está cubierta, puede regenerar por si misma el estrato epidérmico basal con células nuevas, a diferencia de la piel que está constantemente expuesta a la luz del sol, pues en este caso, la radiación es tan intensa que la piel no alcanza a reparar todos los trastornos que los rayos UV le ocasionan. Esto, a su vez, hace que la epidermis se adelgace.
Estos efectos perjudiciales pueden producirse de manera inmediata o a largo plazo. Entre los efectos inmediatos, quemaduras solares, disminución de defensas o alteraciones pigmentarias. Entre los efectos a largo plazo encontramos fotoenvejecimiento en que se produce un acelerado envejecimiento de la piel, que se pueden evidenciar con formación anticipada de arrugas, ojeras y flacidez y en el peor de los casos en exposición continuada inclusive provocar un cáncer de piel.
La forma de evitar estos efectos indeseables en nuestra piel es no tomar Sol y siempre que se va exponer a una fuente de sol aplicar una adecuada capa de protector solar. El foto protector ideal es aquel que nos protege de todas las radiaciones existentes (UVB, UVA, IR y visible), y al mismo tiempo repara nuestra piel de sus efectos nocivos. Las cremas de protección solar deben aplicarse en cantidad suficiente e idealmente cada 3 a 4 horas.